domingo, febrero 11

Un país olvidado llamado Venezuela.

Puedo decidir no volver a la realidad nunca más.
Puedo cerrar mis ojos y volver a ignorar la tristeza que invade cada rincón de la Tierra,
la injusticia, el odio, la apatía, el terror.
Un mundo donde los niños desaparecen al salir de las fronteras de sus países,
un mundo donde matan a las personas por pensar diferente,
por buscar su libertad.
Donde ancianos son maltratados y olvidados.
Un mundo donde niños son abandonados cada día,
donde mueren de hambre,
donde son obligados a entregar su inocencia…
 Puedo y quiero dejar de ver este mundo.

Vivo en un mundo donde el ser humano no le hace venia a su evolución,
destruye todo lo que toca, se destruye a si mismo.
La alegría se pierde, se marchita con cada gota de sangre derramada.
No hay vida verdadera, todo es un espejismo.

Hoy matan a personas para hacer show, 
captan los últimos momentos de un pobre ser 
que lo único que quería era comer. 
Tener hambre fue su delito.
Suben a la nube y todo quien tenga un aparatejo de mierda lo puede ver.
Con una inhumanidad repugnante cortan sus orejas,
advierten que nadie quedará vivo si se atreven a poner un pie en sus tierras,
vuelan su cabeza… 
Y el resto… 
Meros expectadores del olvido.

Te preguntarás si fue en el Medio Oriente, 

en algún país olvidado de África, allá, lejos de ti... 
Desearías sentir que ese desastre no es parte de ti, 
preferirías pensar que actos tan inhumanos no te incumben, 
que no te tocan la puerta…
Latinoamérica fue su escenario, un nuevo país olvidado,
sin nadie que sea capaz de enfrentar al cáncer llamado socialismo,
Venezuela muere frente a millones de ojos...
Unos impávidos, otros apáticos,
Todos impotentes al fin y al cabo.

No hay día que no mire a los rostros de todos ellos quienes se atrevieron a soltar 
para arrastrarse en tierras ajenas y secas,
dispuestos a perder su identidad, su esencia.
Los miro y quiero escapar de mi propia realidad,
olvidar que me cansé de luchar.

Pero mi espíritu sigue vivo,
sueña en que la vida no duele más,
vivir sin miedo, caminar sin peso…
Nadie me dijo que la vida sería sufrir.

Como no tengo ni derecho a decidir cuándo puedo dejar esta realidad,
Lleno mis rincones con los dulces sabores de la muerte,
Lo hago para calmar mi desesperación,
Me queda dormir y rogar que el mañana sea menos sombrío.

Puedo volver a cerrar mi ojos,
Quiero cerrarlos y olvidar que respiro ruinas,

Quiero dejar de sentir dolor.


Anka.


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