sábado, agosto 2

DOLOR DEL CORAZÓN: sobreviviendo a las redes sociales en tiempos de guerra


He pasado por meses realmente agotantes en cuanto a mi estado emocional. Primero viví mi peor batalla, con respecto al medio ambiente del Ecuador, tratando de salvar de las garras de petroleras, a una de las últimas zonas del Parque Nacional Yasuní, fue una experiencia que me agotó física, mental y emocionalmente, pero más que todo la última, porque tratar de hacerlo por el lado legal y democrático, fue a la final un valdazo de agua ni siquiera fría, mas bien congelada! un bloque de hielo enorme nos cayó en la cabeza a todos los ecuatorianos que creímos que todavía existía un pizca de democracia en el país... Se sigue luchando, pero uno también debe aprender a escoger sus batallas.

El mundial de fútbol fue un gran respiro para mi, ayudó a pasar el luto y frustración, a olvidarme del mundo en el que vivía (a pesar de las protestas que se armaron en las calles de Brasil), reír, gritar, y reír más, fueron gran terapia. Pero nadie tenía idea de lo que se estaba cocinando en el medio oriente...

Estalla la guerra entre Palestina e Israel, traté de ignorarlo, pero era imposible, primero porque en todo lado y en todo momento, aparecían noticias, comentarios, fotos, o videos. Y segundo porque no tengo la capacidad de ignorar las cosas terribles con las que me encuentro. 

Volví a retomar el tema, después de años de no haberle prestado atención. Recuerdo que hace tiempo, vi en noticias el famoso video donde un niño palestino moría en brazos de su padre, esas imágenes las guardé en lo más profundo de mi mente, realmente me afectó, pero ahora investigando, me topo con que han sido imágenes manipuladas, ¡qué gran golpe a la capacidad de empatía de uno! Aunque de eso no vengo a hablar. Vengo a hablar que a pesar de que tilden a los palestinos de actores, exagerados, y "peleles de los terroristas", a pesar de que llamen a Israel "Estado genocida" o "sionistas terroristas", su situación me duele, me afecta y no lo soporto.

No es sólo por toda la gente que ha muerto de forma tan cruel en Palestina, es por Venezuela, por Ucrania, por Brasil, por Siria, por los mismos indígenas a quienes meses antes yo estaba tratando de proteger sus derechos, porque durante todo este último mes, me he visto en la obligación moral de informarme todo lo que pueda del tema, para tratar de discernir que es real y que es mentira, y me he topado con tantas atrocidades que pasan o han pasado en otras zonas del mundo, que yo las ignoraba porque no son noticias dignas de informar o no están en las agendas de los medios de comunicación u organizaciones de DDHH, de toparme con tanta gente que se desea la muerte o aniquilación de sus sociedades, toparme con información manipulada que incita a un odio infame y asqueroso hacia otras personas... No, no lo soporto...

No hay día, no hay un sólo día que entre a Twitter, Facebook, Youtube y demás redes sociales, y me encuentre con comentarios, videos o imágenes, que no se someten en lo más mínimo a la realidad, a la historia, que sólo veo, me causa frustración, indignación, decepción... Pero no, mi maldita forma de ser, que a este punto ya no se si es virtud o el mayor defecto que tengo, no puedo ignorar... ¡Ay! ¡cómo quisiera ignorar esas cosas y no dar mi punto de vista! Y me preguntan, me cuestionan, me exigen explicaciones del tema o de lo que digo, y cada vez que lo hacen, no lloro de la desesperación, pero el corazón me duele literalmente, me da angustia, porque quiero olvidar, pero la gente no me deja, y a pesar que uno les dice NO MÁS, siguen, y todos creen que tienen la razón, y si publicas algo que no les parece, si no les das la razón, te hostigan, te insultan, y hasta te desean la muerte a ti y a toda tu familia (como uno se atrevió a exponerlo cuando cuestioné su comentario racista, o como otro cuando vio un comentario mío en contra de los Hamás). En este último mes, he recibido tantos insultos (más insultos que cuando estaba defendiendo el Yasuní) que cuando me llegan notificaciones a las redes sociales ya no las leo. Me han dicho terrorista, sionista genocida, yihadista, gringa de mierda, musulmana puerca, me llamaron hasta judía cristiana, como si fuera eso un insulto...

La gente dirá: si tanto te afecta, entonces deja de entrar a las redes sociales, no respondas... He evitado responder, y doy mi punto de vista sin mención, y mucho menos sin degradar a la persona de donde vino dicha información, pero aún así te cae el que es y el que no es. Incluso ayer, en plena madrugada, yo en el quinto sueño y suena una notificación de un tipo diciéndome que me callara, que no tengo porque hacer quedar mal al Ecuador... ¿Acaso yo no tengo la libertad de opinar de lo que veo y pienso? ¿de compartir con mis amigos en las redes sociales otros temas? ¿Acaso debo aislarme del resto porque el mundo en estos tiempos se volvió completamente loco? ¿Qué maldita clase de libertad defienden ese tipo de personas? Trato de entenderlo, y no lo logro.

Pero a pesar de toda esa gente que no puede simplemente decir las cosas sin presionar o atacar, todavía hay personas, que respiran antes de cuestionarme, que no insultan, pero mucho más hay personas que como yo, ruegan por la paz, todas ellas contadas con los dedos de mis manos hasta hoy... Por suerte tengo una pareja que sabe como ignorar las cosas terribles que pasan en el mundo, que me abraza porque sabe que es lo único que me ayuda a desaparecer la angustia, y también tengo unos sobrinos que por su edad ignoran y se preocupan más del lobo debajo de mi cama... Esas personas son las únicas que me jalan hacia un mundo sin dolor del corazón

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